PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




sábado, 8 de septiembre de 2012

Achille y yo en el Viejo Mundo.




Por Astarté.
León, España.


Why was he down here, from their coral palaces,
pope-headed turtles asked him, waving their paddles
crusted with rings, nudged by curious porpoises

with black friendly skins. Why? Asked the glass sea-horses,
curling like questions. What on earth had he come for,
when he had a good life up there? The sea-mosses

shook their beards angrily, like submarine cedars,
while he trod the dark water. Wasn’t love worth more
than the coins of light pouring from the galleon’s doors?

Derek Walcott, Omeros, Chapter VIII, II.


Grandes monumentos que la Historia (con mayúscula) donó al "Viejo Mundo", muchos de ellos, construidos con el oro y las piedras del "Nuevo", son la imagen de lo que cada día me hace sentir como el Achille de Walcott en medio del mar. Un ser foráneo, anti-héroe de su propio destino, carente de la magestuosidad de los grandes palacios renacentistas y de los templos medievales. De todas formas, te amo, Europa, aunque no sé bien por qué. Tal vez, porque mi reino es para ti del todo insondable: del mar, profundo e infinito, nadie ha tocado su misterio. Y tú bucanero, explorador de nuestras costas, no llegarás nunca a sus confines. Allí, en el reino del silencio, donde cabalgan las ostras en rocines de cristal, duermen nuestros monumentos, nuestros muertos, nuestra historia escrita en minúscula; es decir, aquella que no ha sido el fruto de grandes guerras entre sólidas potencias. Al contrario, verás, solamente, la quietud de El Caribe, navegando en la canoa que un día de abril constuyera el abuelo, desgarrando el tronco de un roble caído.  Sumerge el remo, pescador, y rema con la piel rajada por el sol para que aprendas del sabor salino que no aceptas más que como buen turista. Ve a buscar los peces para el fuego.
Y bien,  hasta aquì,  no he hecho otra cosa que repetir a Walcott. Lo repito y lo amo. Mas, de ahora en adelante, hablaré de lo que existe en el fondo de nuestro pequeňo océano, en esa parte que no llega a tocar la categoría de los monumentos construidos con el mármol de Carrara. Y es que, entre una isla en forma de caimán y una península fálica, hay innumerables galeones, mal hechos con pedazos de cualquier material flotante. Preguntad, pues, a nuestros balseros, cuántos sueňos, piernas destrozadas, muerte y vida hay en ese charco. Y sobre todo, cuánto amor, extraordinario y breve, que no dura mucho más que la fuerza de la que ha nacido, pero que es sólido, como el bronce de tus monumentos. Y si te fijas bien, bucanero, los pétreos monumentos que en nuestra tierra existen están todos de frente al mar, como en son de espera. Fortines y murallas, puentes levadizos que abren y cierran el paso de los hijos del caimán hacia el estrecho, florido y anhelado. Estatuas que miran también al mar; ídolos totémicos para defendernos del extraňo mundo planetario...

Y yo... ¿Dónde está la estirpe que me une a los impávidos ojos del Achille de Walcott en el fondo de mi mar? Desde el centro de Europa difícil es creer en cosas simples, en la humedad del mes de diciembre, o en los huracanes tropicales. Todo aquí parece haber sido construido antes de la evolución del Neanderthal; una gran leyenda, lenta y prolongada en etapas, exquisitamente resumida en textos universales a los que faltan las páginas de nuestros aborígenes. ¡Pero qué bello este Tevere de los romanos!... ¡Qué espléndido el Arno con su Ponte Vechhio, que parece haber sido extraido de un libro de fábulas, leídas a Corte!... Y qué decir de la Venecia novelesca, con su carnaval de rígidas figuras, de impecables máscaras que no mueven la cintura, pues no saben bailar la salsa... (ni falta que les hace, claro está...). Visto así el mundo, con desconsoladas pupilas que aňoran el terruňo (aunque busquen el océano), os puedo decir que tengo grandes esperanzas en el fin de nuestra historia americana. Seremos reivindicados, sin dudas, no obstante ello no le importe a nadie. ¿Por qué perder el tiempo hablando de Achille (el hombre antillano)? Porque sin él, querido Homero, poeta legendario, no hubieras podido haber contado lo mejor de la guerra de Troya:


Why waste lines on Achille, a shade on the sea-floor?
Because strong as self-healing coral, a quiet culture
is branching from the white ribs of each ancestor,

deeper than it seems on the surface; slowly but sure,
it will change us with the fluent sculpture of Time,
it will grip like the polyp, soldered by the slime

of the sea-slug. Below him, a parodic architecture
re-erected the earth’s crusted columns, its porous
temples…[1]

Por todo eso, y por mucho más, te amo, querida Europa. Y aunque mis monumentos están en el fondo de ese mar que no comprendes, te juro que seré fiel a la rigidez de tus castillos. Yacientes en medio de un espacio viciado por el humo de tantas inútiles batallas, de las cuales Achille no entiende, ni siquiera, un ápice.


[1] Walcott, Omeros, Chapter LIX, II.

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