PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




miércoles, 12 de septiembre de 2012

Relato de amor a primera vista.




Por Rosa Marina G-Q. (Astarté)
León, España.

Relato de amor a primera vista.

Pensaba de mil formas. Y de tanto pensar, le vino una idea: recogería el polvo acumulado en la superficie de los muebles de su casa para venderlo como maquillaje en el mercado de los domingos. Para ello, claro está, tendría que pasar el tiempo (el polvo no se acumula así como así) y ella cargarse de mucha paciencia, así que, para acelerar este lento proceso de acumulación, abriría la ventana y la dejaría abierta día y noche.
No pensó, sin embargo, que al hacerlo encontraría el amor de su vida.
Él era un hombre común y con sombrero, uno de esos que transitan por las calles y miran hacia arriba para ver qué pájaro está pasando al vuelo. Ella, mujer común (de esas que abren las ventanas para que entre la luz del sol y el polvo), lo vio pasar y lo siguió con la mirada, hasta ver cómo se perdía en la distancia.
Pero volvería, estaba segura. Los caminantes son  hacedores de historias que pasan y se alejan y... ¿por qué no?, pueden siempre regresar.
Así, su idea de acumular el polvo se transformó en una obsesión  morbosa que terminó en metamorfosis. Pues asomada a la ventana, día y noche, también su cuerpo fue cubriéndose de polvo y humedad hasta transformarse por completo... Sí, sí, no lo creeréis... La mujer, enamorada y vencida por el tiempo, se había transformado en árbol. Y en pocos meses, anidaron pájaros en sus ramas, múltiples reptiles excavaron la corteza de su tronco y repugnantes larvas corrompieron su dermis maderable y resinosa.
Obviamente, en poco tiempo, la noticia de la mujer-árbol trascendió y su ventana se convirtió en un exótico escaparate, en el que se exponía un nunca visto híbrido biológico. No faltaron, por supuesto, ni la tele, ni las conexiones con las redes internacionales. Y hay hasta quien afirma, fervientemente, haber visto algún objeto volador no identificado atravesando el cielo del barrio, posiblemente por la curiosidad de sus tripulantes de conocer el nacimiento de una rara y nueva especie en la galaxia.
Él era un hombre común y con sombrero, uno de esos que se protegen del sol y de la lluvia al transitar por la vida. No es extraño que la noticia de aquel estrafalario árbol humano no llegara jamás a sus oídos; sabemos que, a veces, los caminos son líneas rectas e infinitas que se pierden en el horizonte... Y ella, mujer común, dividida entre Madre Natura y arte de ser algo en este mundo, había ya perdido el sentido de la vista, del oído, del olfato... Sus ramas, blandas y erosionadas por el sol y la lluvia, comenzaban a caer. En fin, quién sabe si, en un probable retorno, él la habría reconocido.
Luego pasó el tiempo. Y un buen día de otoño, el extraño árbol, transformado en despojo, cayó, convirtiéndose en polvo. Era tiempo de huracán. Por la ventana, abierta de par, las ráfagas de un impertinente viento de tormenta hacían remolinos en la habitación, arrastrando, en fin, cada partícula elemental del árbol caído. Y el árbol convertido en polvo llegó, ¡tan lejos!, que  se cruzó en el sendero del caminante, alcanzándolo a paso veloz para emblanquecer sus hombros.
Entonces, sólo se escuchó un fuerte silbido, como si un tren pasara a toda velocidad. Él se quitó el sombrero para saludar al ángel que silbaba a su paso. Y ella...
Bueno, quizás no se comprenda, pero éste ha sido el relato de un simple amor a primera vista.



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