PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




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domingo, 3 de mayo de 2015

Filosofando: Los poetas locos (“Sí” al re-establecimiento de la comunicación humana)



Por Astarté.
León, España.

Las circunstancias de presión social en las que vivimos amenazan al entero planeta con el fin de la poesía. Luego, si hablamos de las apariencias, si por comodidad creemos que estamos a salvo con sólo tener el control del estado del tiempo atmosférico, si es así, probablemente no hallaremos de nuevo otro soneto en la canción que escuchamos al caer la lluvia. Por cierto, actualmente, también la música es otra de las consecuencias de la conciencia colectiva sometida a cuerdas mal tocadas. También ésta viene ya prefabricada y se consume enlatada como casi todo lo demás. Sin embargo, a pesar de su estridencia, no vivimos sin ella. Y hasta puede ser que esta música disonante y abreviada sea otro de los tantos background-programs usados para dominarnos; algo así como un sistema sonoro que controla  nuestra capacidad auditiva (ésta, dicho sea de paso, tarada, gracias a los altos decibelios emitidos a través de alto-parlantes que dan voces de mando, aullidos feroces, truenos discursivos...).
Es posible que el frenesí económico imperante haya roto la cadencia del ritmo en la palabra. Y que, en cierto sentido, hablemos como las lombrices, que no hablan, claro está. Solamente se arrastran, dejando, a veces, la huella de su movimiento. ¿Comunicación? Las poderosas manos que desde las alturas dominan la matrix, cubiertas con guantes de seda, nos han dado una tecnología cada vez más sofisticada. Y la tecnología está dominando nuestros bolsillos, calando en nuestros cerebros como sustancia nutriente. Y los titiriteros invisibles, hacedores de la matrix-rectora de nuestra conducta social (estos hacedores invisibles, por cierto, son los mismos que dan las predicciones del tiempo atmosférico) nos han convencido de tener la necesidad imperiosa de ser veloces como el rayo. Pues, sin velocidad, no hay tiempo. Y sin velocidad no hay mundo. Así, la velocidad está dominando por completo la potencia del verbo. Y la “inteligencia artificial”, fruto de la inteligencia que construye violines, está yéndose por encima del auto-control de nuestras emociones más simples. Así, preferimos “hablar” por whatsapp o por cualquier tipo de medio telemático. Eso es más rápido y también más “inteligente”. Y, ante todo, colma nuestra necesidad de sentirnos poderosos sobre aquellos que perecen aún en la afanosa batalla de querer aún conversar. En fin, que hablamos, pero conversamos cada día menos. Se está perdiendo la cadencia de las ondas del sonido emitidos a través del cuerpo. Se está perdiendo el contacto directo con lo más humano de nuestros sentidos. Se están posando símbolos raros en lo que antes fuera creatividad artesana. Se están perdiendo las coordenadas del carisma espiritual. Nos estamos perdiendo en la trama y la urdimbre tejidas desde las alturas para que seamos más veloces y capaces y adaptables; para que entremos a formar parte activa de eso a lo que algún hombre de las cavernas, perdido a lo largo y ancho del planeta, ha denominado “modernidad”.

Claro, siempre hay una salida. Y es que queda aún el camino de los poetas locos. Esos que agarran la música con sus manos para darle la carencia al ritmo. A fin de que no se pierda el sonido de la vieja lira. En contra de los tejedores invisibles que dominan nuestra inteligencia y nuestra alma.