PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




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miércoles, 14 de agosto de 2013

Breves notas sobre el día de hoy.










      Por Astarté.
      León, España.



      En el extraordinario ir y venir de los días confundo la idea del tiempo que he dado a la vida. Y si ayer, por ejemplo, jugaba a tirar los dados de algún por-venir tremebundo, mañana, probablemente, jugaré con las cartas de lo irremediablemente vivido. Pero hoy... ¿cuál es mi juego...? Pues, digo que hoy cuelo el café matinal y me visto de horas para hacer del día un  salón donde juego a  soñar. Mientras tanto, el sol de agosto limpia el cielo de sombras y luna (aunque las sombras sigan ahí, detrás de la ventana,  y la luna esté en su corredor, a mitad de camino). Como vemos, hablar del presente es una hazaña; un acto del habla, descriptivo y audaz (los sentidos nos engañan...). Pero, igualmente, la certeza de que aquella vecina está, ahora mismo, tendiendo su ropa mojada y que mi gata se ha escondido en el armario son datos que anoto en mi cuaderno (como si se tratara de un común estudio de campo). Yo, por si cambiaran las reglas de la percepción, no me escondo y no me expongo en exceso. Tampoco me cohíbo, aunque no me arriesgo en demasía. Solamente abro la puerta y salgo. Me desprendo de mi ropa, de mis libros, de mi piel... Y me miro. Pero no es fácil hacerlo. Puedo jurarlo.

                                                                               ***

      Hoy, en el camino de regreso a casa, encontré una piedra (de esas que recojo a cada rato por la simple curiosidad de observarla o, quién sabe, por si acaso pudiera ganar de ellas un poco de poder y resistencia). Mi hijo imaginario me pide explicaciones de por qué los grillos chirrían tan alto (él dice que los grillos chirrían y no que cantan y no se equivoca del todo...). Y yo juego a explicarle con una vieja fábula, inventada para salir de aprietos a la hora de dar explicaciones sin tener respuestas. Él me mira (sé que me observa). Y en su fantasía construye un castillo, equilibrando cientos y cientos de cuerpos duros (como mi piedra del camino). Luego, con ojos vivaces, me reta a duelo. Y yo, que vivo de jugar al por-venir y de entretejer manías de historias en las que entra a jugar el irremediable pasado, lo visto (a mi hijo de ensueños), lo calzo y le abro la puerta. Y le pido que no se aleje demasiado. Y lo miro. Marcha radiante de juegos. Y dejarlo partir no es fácil. Esto también puedo jurarlo.

                                                                             ***


      Escucho música (me gusta hacerlo, igual si estoy sola que en compañía). El deseo de cocer gambas en salsa picante y acompañarlas con un buen vino es, puedo asegurarlo, una idea fija. Y como, según he oído decir, las ideas fijas no nos llevan a buen sitio, sustituyo mi deseo de gula por uno mucho más simple que no escribo. Pero igual da: todos los deseos son, más o menos, harina del mismo saco (todos pinchan con alfileres los sentidos). Sin embargo, tomo nota de ellos y los guardo (al final siempre sirven). Me siento en el salón de juegos, tratando de seguir observando mi cuerpo desde fuera de su piel. Pero, extrañamente, veo un bulto, un amasijo de materia irradiando energía. Y entonces hago un esfuerzo (agotador, por cierto) para observarme sin mi hatillo de costumbres (de esas acumuladas a través de mi idea del tiempo). Mi hijo imaginario se ha ido. También yo (desde que abrí la puerta, y eso ya pertenece al pasado...). Algo, sin embargo, me da la certeza de que hoy no es un día cualquiera, por el simple motivo de que ningún día (teniendo en cuenta esa idea del tiempo que me hace errar) lo es. Y si no bajo al bar... Si no cargo mi viejo fusil con flores, peces y tierra es porque, a pesar de observar lo que no puedo, vivo.