PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




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sábado, 7 de mayo de 2016

Manzanas rojas para ti.




Por Astaré.
León, España.


¡Compra manzanas rojas y hallarás tu propio centro!, repetía. La recuerdo muy bien. Era una estampa peregrina y hablaba siempre sola. O con el viento. O con los animales. O con Dios. ¿Quién puede asegurar que así no fuera?

Caminaba por las calles sin mirarte a los ojos e iba siempre descalza. A veces, cargaba una cesta entre sus brazos, de la cual colgaba un trozo de papel (algo así como un anuncio publicitario) con un letrero: “Estos son algunos frutos del pecado”. Y no eran, precisamente, manzanas, sino cosas que encontraba a su paso y que nosotros, “los cuerdos”, llamamos “desperdicios”. Y ella los echaba en aquella oquedad de mimbre raída por el tiempo. Y al hacerlo, decía en alta voz: Pecado es todo aquello que, por falta de amor, ponemos en desuso. En fin, un ser raro. Un ejemplar de ave cósmica que, quizás por haber perdido el rumbo, había caído de bruces en la tierra. Quiero decir, en nuestra Tierra. Ya podrás imaginar los comentarios, ¿para qué repetirlos? Luego, la encontrabas allí, a mediodía, en aquel pequeño parque de frente a la universidad. Siempre descalza, repito. Dando migas de pan a las palomas. Sus pies, negros como el hollín. Y el pelo, blanco y suelto sobre la espalda. Una mujer baja. Creo que excesivamente baja. Manzanas rojas para ti, pregonaba. Y las palomas, los perros y las hojas caídas de los árboles la seguían por doquier. Con los remolinos formados por el viento.



jueves, 18 de octubre de 2012

El alma por fuera...





Por Astarté.
León, España.

Dándole un lugar al sueño y otro a las patologías de la mente, pruebo a jurar que a los llamados “soñadores” (por no decir “de-mentes”) toca la peor parte en el diagnóstico que cualquier galeno especializado en materia de psicosis pueda hacer. No tenemos más que entrar a una celda de manicomio para descubrirlos, allí, atados por cuerdas de cuero y conectados a esos cables eléctricos; estremecidos por shocks con funciones terapéuticas. Pupilos del buen gusto, atletas de la sensibilidad artística, viejos amantes de la sabiduría... Todos en la misma sala, sin hacer excepciones. Sus características generales coinciden en el poseer una tendencia al vuelo y a la fragilidad racional. Algunos, claro está, pueden aparentar ser fríos y calculadores. Pero esto es sólo apariencia. En realidad, los grandes matemáticos inscritos en el elenco de “soñadores” han sido, históricamente, menospreciados. Por supuesto, tal menosprecio llega casi siempre por parte de aquellos que, ignorando los enigmas del número definido como argé, no logran reconocer el vínculo existente entre las siete cuerdas de la lira tocada por Apolo y los siete sellos del Libro del Apocalipsis. ¡Incrédulos!...



 Pero,en fin, hablemos de esta celda de músicos, de poetas y de locos. De filósofos inspirados en el devenir. De pescadores que van al río con redes agujereadas a pescar truchas. Rindamos honor a este cuarto de almas truculentas, abandonadas al patrocinio del espasmo, donde habitan también los inútiles hijos de la metáfora, aprendices del fracaso. En un sentido pictórico, se trata de un cuadro patético, en el cual predominan amasijos de rostros con horribles muecas; rueda de baile de torsos deformes. Desde una ventana exterior se asoman siluetas que no han sido terminadas por la mano del artista. Nadie conoce a ciencia cierta si se trata de almas perdidas en el limbo; extraños personajes que quedaron fuera del drama, quizás por falta de coraje para actuar. Una vez al mes llegan algunos visitantes extranjeros. Son aquellos que se acuerdan de que tienen parientes soñadores y vienen a verlos; tal vez, por eso del por si acaso. Y es que nunca se sabe si un día caemos en profundo letargo y de ahí no despertamos. Pero lo más interesante de todo es que esta sala está permanentemente abierta al público. La entrada es gratis y se rifan papeletas para participar en la obra sin límites de edad, ni diferencias de sexo. Claro que para tomar asiento en platea hay una condición, al menos una: tener el alma por fuera y el cuerpo por dentro. El alma por fuera, como camisa de juglar, como pincelada de luz al centro de la noche.