PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




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sábado, 8 de junio de 2013

LOS AMIGOS.





Por Astarté.
León, España.


     Esto son los amigos: una serie especial en el mar del afecto. Son aquellos que, raras veces, van con nosotros a comprar el pan. En ocasiones, desprecian nuestro modo de vida,  para vivir, sin saberlo, vidas paralelas. Algunos, entre ellos, llegan a cambiar de barrio, ciudad o pasaporte, pero nada nos dicen (por aquello de cumplir con la vieja  tradición del silencio).  Puede ser que, cierta vez, nos engañen o nos mientan. Y que, por razones de ego, premien nuestra más absoluta confianza con laureles de adorables traiciones. O que, con frecuencia, nos envidien por minúsculos logros, sin dejar, claro está, de coronar  con las perlas del “sano altruismo” el clímax de nuestros peores reveses. Podrían, ¿por qué no?, olvidar la fecha de nuestro cumpleaños, no obstante lleven con precisión el cálculo exacto de los años que hemos cumplido. Estando lejos, llegarían hasta a olvidarnos. Estando cerca; a borrarnos por completo de la mente. Saben que, en el instante preciso, allí nos tendrán, por siempre, al alcance de sus más lúcidos sueños. Ostentan de cuán triste llevan la vida, ocultando, a tientas, felices datos en sus cuentas bancarias. Nos brindan ayuda incondicional sin quitar, por supuesto, la posibilidad de fallos o imprevistos. Ríen y beben a nuestra salud en los bares. Nos envían flores al tanatorio cuando fallece un pariente...

     No pueden, sin embargo, cargar con  nuestras deudas, ni tampoco alzar la piedra que llevamos sobre la espalda. No cuentan, ni contarán con las facultades requeridas para tocar el cielo de ideas que, por condición personal, nos pertenece. Y aunque sean sustancia esencial en el maremagno de nuestras emociones, no podrán jamás llegar a vivirlas. No amarán por nosotros. Ni morirán en nuestras angustias, errores o miedos. De tanto en tanto, no dejarán abiertas sus casas, aunque nos hayan prestado la llave. De vez en vez, callarán lo que piensan, ocultándonos  todo lo que saben... Y qué le vamos a hacer, si somos así los amigos: Constantes,  exiguos. Y extrañamente fieles.