PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




Mostrando entradas con la etiqueta vida cotidiana. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta vida cotidiana. Mostrar todas las entradas

lunes, 30 de noviembre de 2015

Sin más ni más.




Por Astarté.
León, España.


Y así, sin más ni más, aprendí que el miedo es lo mismo que el coraje al revés.
Lo aprendí mientras fumabas.
Ya sé que prefieres el café por las mañanas, sentado en tu poltrona, leyendo el diario.
Tal vez, lo ideal es conocer el miedo a través de las noticias.
O a través de las palabras. O de las falsas cuestiones.
Tal vez, es mejor mirarnos desde afuera, tal y como somos.
Pero el miedo es lo mismo que el coraje al revés. Te pido me creas.
¿O acaso no ves que esgrimo la espada para darte un beso?


lunes, 20 de enero de 2014

El diario de lo cotidiano.



          Por Astarté.
          León, España.


Iba a escribir la primera página de mi diario sobre cosas cotidianas, pero me di cuenta de que algo faltaba a mis apuntes. Para ser exacta, me percaté que escribiría, una vez más, haciendo alarde de un conocimiento, asquerosamente rancio, sobre temas desgastados: el amor, el desamor, la política, el sentido existencial de mi yo personal, la filosofía, la razón de ser y de no ser... En fin, ¿puede un escritor renunciar a la pedantería de la falsa erudición?, fue esa la pregunta. Y me dije a mí misma tal vez. Y empecé a escribir en punto y aparte, dando un cordial saludo a la vida:

¡Buenos días, vida! No sé por qué no te hago un guiño cada día al despertarme. No sé por qué soy tan parca y no me detengo a saludarte, si es cuestión de un segundo o dos, sólo eso. Igual que saludo a mi vecina de casa o a la gente que transita por la calle, no sé por qué no lo hago contigo. Hoy, por ejemplo, resplandece un sol de primavera cuando aún amanece con chaqueta de invierno. Busco entonces los detalles de todos los días y me doy cuenta de que estoy saboreando el café matinal. Cierro esta rutina del desayuno que, no acabo de saber cómo, pero puedo permitirme. Navego por el río de mi largo corredor, le busco en los rincones de la casa, pero él ya se ha ido a trabajar (junto a mí soñó toda la noche). Mientras tanto, mi gata corre con la energía de su temperamento felino y maúlla (quiere leche...)... Dejo la ventana abierta: entra el aire con despistes de señora noctámbula y me enfría la piel (estoy tiritando, pero no la cierro)... Bueno, pienso también en los amigos, en los de siempre y en los de “nueva adquisición”, los cuales, seguramente,  estarán parapetados en sus sitios cotidianos, en correspondencia con sus rutinas y planes de diario. En fin, salgo a la calle y veo a la gente que va y viene y me mira y sonríe( aunque no me conozcan, ellos saludan y sonríen...). Sin dejar de hablar de los pájaros: He visto que una bandada de astutas urracas busca en el parque un recinto más cálido donde aguardar el deshielo de las bajas montañas. Y las hormigas, diosas de la tierra húmeda, cargan migajas de la noche anterior (alguien ha regado trozos de pan sobre la hierba...) Vuelvo a casa. Y descubro que las arañas han tejido telas de lujo en las esquinas de la sala. Miro el techo lleno de hilos pegajosos y colgantes. ¿Quién puede decirme, exactamente, dónde he estado? Quizás pueda recordar, de golpe, mis viajes astrales al reino de los supervivientes... Tal vez pueda enumerar mis sueños de vigilia, amontonados, haciendo fila para realizarse a plenitud, si yo quiero, claro está. Y empiezo a contar la caída de los granos de arena en el reloj: otras veinticuatro horas cuentan el tiempo, con paciencia, a mi paso a través de la conciencia. Y por no dejar de pasar de un lado al otro, del paraíso al infierno (no existe el uno sin el otro...), paso revista de cuanto soy, en orden de prioridades: gente, naturaleza, ciudad, imágenes, deseos, hábitos, historia... Y me enredo entre mis ideas, tanto que me cuesta decirte, simplemente: ¡Buenos días, vida! ¿Te sientas a mi lado a tomar un chocolate caliente? Por supuesto que sí. Por lo demás, si algún recuerdo incluyo en tu humilde memoria es que hoy me das un nuevo margen para seguir recorriendo tu camino. Y no me creerás, pero te debo un mar de cosas a cambio de un simple saludo:¡Buenos días, vida!... Que no es un juego esto de llamar a tu puerta cada día.


sábado, 2 de febrero de 2013

UN DÍA PARA VIVIR SIN MÍ.




Por Astarté.
León, España.

... Y en fin, que me levanté. Metí los pies en las pantuflas de lana porque hacía frío y... Bueno, caminé hacia la cocina, a tientas, medio dormida y medio despierta. Encendí la luz (en invierno el sol está, pero no siempre se ve)... Nada, que me levanté para empezar a vivir un día poco común. Y para hacerlo bien, me dije: quiero vivir un día sin mí. ¡Vaya placer!... Un día sin perseguirme, ni darme prisa, ni maniatarme a mis vicios y costumbres... Un día sin buscar mi sombra, sin mirarme al espejo del baño, sin tomar apuntes de compras pendientes... Un día sin el café de las siete y media, sin el cigarrillo en ascuas, sin encender el móvil, sin poner la radio... Un día sin salir de casa para no extraviarme y sin quedarme en ella para no aburrirme.

Halé la silla del escritorio y me dije: ¡este es un día especial...! Y dejé el ordenador así, tal y como estaba: apagado, intacto de huellas, privado de aliento. Comí una manzana y tiré la leche. Escondí mis fotos. Clausuré el armario para no ver mis trajes. Guardé en un cajón todas mis prendas. Ligué mi currículum, rompí el calendario. Desconecté la tele. Retiré el reloj de la mesa de noche. Cerré la puerta y quité la llave. Abrí la ventana...

        Entonces me vi. Afuera y adentro. Dormida y despierta. Vagando en mi sombra, ondeando en el aire de mis propios pulmones. Cabalgando en la idea de vivir, no un día más, sino uno “especial”. Y me dije: Esta soy. Sin prisa, sin manías, sin fotos, sin radio ni tele... Sin puertas, sin compras pendientes, sin trajes, sin móvil... Pero, para ser franca, como ladrón de caminos me asaltó una duda. Inmensa y crujiente como cadena llena de herrumbre; pesada, cargada de piedras, tórrida duda. Y todo porque, para ser fiel a mí misma, vivir un día sin mí era extrañamente parecido al cielo. Y el cielo estaba allí y aún está... Aunque yo no estuviese, aunque yo no esté.