PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




miércoles, 17 de febrero de 2016

Prehistoria:Las falsas ilusiones del poeta.





Por Astarté.
León, España.

          Queriendo no hacerlo, escribo, a pesar de la advertencia que me han dado de no ser comprendida (Ni vendida. Ni comprada). Pero la necesidad de alimentar el alma es más fuerte que la sed que tengo de alcanzar la fama. Y por eso, escribo. No obstante,  siento que las frases (enlazo unas con otras) son palabras que se agregan al papel, configurando el rostro de un extraño dinosaurio de grandes ideas y estómago vacío. Entonces, pienso que (si al menos) supiera dónde está el árbol gigante donde crece el pan de gloria, podría ir allí, a desparramarme bajo su sombra. Como fuente de agua. O como copa de sabrosa miel. En fin, rescataría algo del arte de los antiguos griegos. Y así, entre gloria, sombra y ambrosía, me pondría a comer sin parar hasta saciar mi descontrolada tripa de animal hambriento. Pero, a veces, pensar es lo peor que puede hacer un dinosaurio. Y por eso, sin tener alternativas, para rescatar el espacio de luz que brilla en el último reducto de mi ego, escribo.
Ésta podría ser la prehistórica historia de un itinerario sin fronteras. En ciertas ocasiones, preparamos viajes así, ¡tan breves!, como lo que dura un sueño. Y si el corazón requiere equipaje, llenamos la maleta de objetivos petulantes para tratar de no perder el camino. Pero igual da. Porque, sin más ni más, nos perdemos en el falso paraíso de lo ignoto y tomamos frutas verdes por maduras y llenamos nuestro estómago famélico con la llama ígnea que hay en el centro de la Tierra, creyendo, prometeicamente, que un día hemos conquistado el fuego. Pero, en realidad, el fuego estaba allí. Desde siempre. Nos precedía y nos precede. Y bien, que queriendo no hacerlo, una vez más lleno de birriones la cara del papel, creyendo que, (y muy segura de mí), en el día de hoy he descubierto la poesía. Cuando, en realidad, el reino del imago estaba y está ahí, desde y donde siempre. Lejos y a poca distancia del palmo de mi mano.

Palabras. Palabras. Palabras que ni van ni vienen. Palabras que me adjudico como autora original. Palabras que, al final, acusan al hambriento dinosaurio de orgullo y al soñador de necedad. Palabras que se vuelven contra la necesidad de ser y de existir en versos por encima (y más allá) de las penurias, del rencor y del miedo. Palabras que señalan con el dedo al hacedor de imágenes para decirle: ¡Eh, tú!, ¡despierta!... Que hay que cargar la leña para que haya fuego... Que hay que trillar la huerta para que haya un árbol... ¡Despierta, dinosaurio! ¡Vete a la guerra a combatir con municiones reales! Y tienen razón. Sin embargo, a pesar de todo eso y de otras cosas más que ahora no me vienen a la mente, queriendo no hacerlo, escribo. Para volver a intentarlo, tal vez, ¿quién sabe?. (Repito lo que he dicho sobre la alimentación del alma). Pero, en realidad, mi casa, hoy más que nunca, necesita leña y mi mesa, pan. Condiciones suficientes para que esta prehistórica historia de ilusiones perdidas no me pierda en el absurdo quehacer de emborronar cuartillas con frases que se agregan al papel. Para luego morir.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Abrir la puerta.



Por Astarté.
León, España.

Hay días en los que me pierdo.
Toco las paredes
a ver si, de algún modo, me dibujo en ellas.
Y no me siento.
O sí. Me siento de otra forma,
como todo lo malo (o lo bueno) que hay en mí.
De repente, tocan a la puerta.
TOC... TOC... TOC...
¡Voy!, respondo.
Pero, ¿quién abre?
Tal vez, mi alter ego, andando en solitario,
alcance a romper el cerrojo.
O tal vez llegues tú, a tiempo.

Y quites la cadena.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Sin más ni más.




Por Astarté.
León, España.


Y así, sin más ni más, aprendí que el miedo es lo mismo que el coraje al revés.
Lo aprendí mientras fumabas.
Ya sé que prefieres el café por las mañanas, sentado en tu poltrona, leyendo el diario.
Tal vez, lo ideal es conocer el miedo a través de las noticias.
O a través de las palabras. O de las falsas cuestiones.
Tal vez, es mejor mirarnos desde afuera, tal y como somos.
Pero el miedo es lo mismo que el coraje al revés. Te pido me creas.
¿O acaso no ves que esgrimo la espada para darte un beso?


miércoles, 14 de octubre de 2015

Como una tarde de otoño.

(A las maestras que tuvimos.)



Por Astarté (Rosa Marina González-Quevedo)
León, España.


    Violeta o gris, no lo sé. Creo que más bien gris. Siempre llevaba gafas oscuras. Por eso nadie podía saber a ciencia cierta cómo era su mirada. Y vestía de gris. Eso sí, era bella aún como un día de primavera.
 Al parecer, la posesión de algún ser oscuro la atormentaba. Que la mujer solía darse baños con colonia y cascarilla de huevo para ahuyentar el mal, eso decían las malas lenguas. Pero el mal no se alejaba de su ingravidez humana. El mal lo llevaba muy dentro de sí... En fin, ya sabes que en ocasiones la soledad es peor que el hambre. Nos duele demasiado y nos hace daño. Mucho daño. Y no es que fuera supersticiosa o que se dedicara a prácticas espiritistas o hablara con los difuntos. Es que, simplemente, el mal lo llevaba dentro con la forma del vacío inapelable. Bueno, como todos, sin diferencias. Sólo que a ella la impresión oculta de algún misterio la perseguía sin darle tregua. Y su mirada era gris (o tal vez violeta) como la tarde de un otoño anticipado. Pero nadie podía saberlo a ciencia cierta. Decían también que le gustaba beber una copa de vino antes de irse a la cama. A veces más de una copa, algunos aseguraban. Y que después se acostaba y se ponía boca arriba, bien derecha hasta quedar profundamente dormida. Para irse por ahí, andando por algún sendero onírico repleto de posibilidades para ser feliz. ¡Habladurías!

    Era el panegírico de la melancolía. Eso sí, bella aún como un día de primavera. Una leyenda con libros bajo el brazo. Su figura mitológica vibraba por los corredores. Su silueta ataba lazos entre un sueño y otro. Su voz cantaba cancioncillas infantiles que nos enseñaba con ilusión. Y bebía su copa al borde de la cama hasta que, por fin, una noche marchó. Lo supimos aquella mañana en la que al llegar al aula ya no estaba. Ni estuvo al día siguiente, ni al otro, ni al otro. Emigró igual que un cisne, quién sabe si para hibernar en algún lago frío durante el verano. Y nos quedó su mirada gris (o violeta) enganchada a la percha de nuestra curiosidad. Nos preguntábamos unos a otros por qué una mujer así, ¡tan bella aún!, tenía que marchar a escondidas sin decir adiós. Y es que éramos muy jóvenes y por aquel entonces volábamos con la piel abierta sin sospechar que la vida es una bailarina que danza en el ciclo de las estaciones. O una mujer solitaria que, harta del sol, anticipó el otoño. Con sus gafas oscuras y el gris de su mirada oculto tras el cristal. Como una tarde de esas, cuando el verano no se ha ido del todo y el invierno está demasiado lejos. Eso sí, bella aún. Como una tarde de otoño en un día de primavera.


CUENTO CUENTOS CONTIGO: "COMO UNA TARDE DE OTOÑO" (Autora: ROSA MARINA GON...

Por Astarté.
León, España.

A mis lectores:

Aquí os dejo las páginas virtuales del blog de narrativa "Cuento cuentos contigo":
http://cuentocuentoscontigo.blogspot.com.es/2015/10/como-una-tarde-de-otono-autora-rosa.html?spref=bl

A través de "Los días de Venus en la Tierra", su autora, Rosa Marina- Astarté agradece el empeño, la dedicación y la fuerza que su artífice, Flor Méndez Villagrá, pone en esta actividad de promocionar la obra de autores y de amantes de la literatura y el arte en general.

CUENTO CUENTOS CONTIGO: "COMO UNA TARDE DE OTOÑO" (Autora: ROSA MARINA GON...: ROSA MARINA GONZALEZ QUEVEDO, leyendo el relato en el 5º encuentro de  CUENTO CUENTOS CONTIGO Poema en el que se inspiró ...

sábado, 29 de agosto de 2015

LOS DÍAS DE VENUS EN LA TIERRA: La calle más transitada del mundo.

LOS DÍAS DE VENUS EN LA TIERRA: La calle más transitada del mundo.: Por Astarté. León, España. Con pies ligeros y semblante inquieto, como uno de esos arquitectos que siempre tiene algo en proy...

La calle más transitada del mundo.



Por Astarté.
León, España.


Con pies ligeros y semblante inquieto, como uno de esos arquitectos que siempre tiene algo en proyecto, el recuerdo se asoma a su balcón y mira hacia abajo la calle que alguien construyó frente por frente a su edificio. Una vez apoyado en la baranda, prende un cigarrillo y echa dos o tres bocanadas al aire. Las bocanadas se expanden formando anillos de humo que poco a poco van desapareciendo. A la misma hora (y sin que se trate de una persecución ni nada por el estilo), el cansancio, que es su vecino inmediato (vive en el apartamento que está a su izquierda) sale también a fumar. Y al ver al recuerdo apoyado en la baranda de su balcón hace el distraído y no le saluda. ¡Como si el recuerdo fuera tonto y no se diera cuenta de nada!... En fin, sucede siempre así, salen los dos a la misma hora a fumar, cada uno se apoya en la baranda de su respectivo balcón. Se perciben. Pero no se saludan.

Del otro lado de la acera, en un edificio más bajo, vive la costumbre. Es una anciana que parece haber salido de un taller de chapistería, embadurnada con polvos y colorete hasta el moño. Cuentan las malas lenguas que en su juventud la costumbre vendía su cuerpo a cambio de dinero, llevando para ello un traje de moza alocada con escote pronunciado y falda transparente. Cuentan también que así rompió un sinfín de corazones, el del recuerdo por ejemplo...¡Bah!...¡Puras habladurías! Su hermana menor, la indiferencia, ha tratado de hablar con el cansancio desde su ventana para contarle no sé qué historia. Pero éste no le ha hecho el menor caso (sigue haciendo el distraído). Ya tiene bastante con lo suyo como para darle oídas a esa chismosa. Entre tanto, el recuerdo ha terminado de fumar y entra al interior de su apartamento. E inmediatamente el cansancio hace lo mismo. Es probable que hayan intuido la llegada de la apatía doblando la esquina. El recuerdo no desea tener nada que ver con ella; prefiere codearse mejor con la calma, que es su mejor amiga en el barrio aunque, de vez en cuando, se vaya lejos y le deje a solas en medio del vecindario. Por su parte, el cansancio que sí conoce muy bien a la apatía (nadie mejor que él...), ha discutido con ella en el pasado y han roto la amistad. ¡Pobre apatía, no la quiere nadie!¡Y pensar que ha sido siempre tan servicial con todos! Pero el cansancio, que ya tiene bastante con lo suyo, ha dejado de hablarle.

La puerta de metal que asegura la entrada a la lavandería se abre. Es un pequeño local que se encuentra en la planta baja del edificio en el que viven la costumbre y su hermana la indiferencia. La apatía entra. Aquí trabaja. Ha dejado montones de ropa por planchar desde hace algunos días y ahora... ¡puffffff!... No sabe cómo entrarle de cara a la faena. La inquietud, otra de la vecindad, está sentada en el bar leyendo el diario y tomando su tercer café de la mañana... como para ponerse como una puta regadera... y terminar como su prima-hermana la ansiedad. (Esta también vive en esta calle, pero ahora está de vacaciones). A diferencia de la costumbre, la inquietud es una chica bastante joven y atractiva. Tiene una relación de noviazgo con el desasosiego. Hay quien dice que hacen una pareja perfecta... Bueno, en este instante el recuerdo acaba de salir a la calle y, al parecer, se propone cruzar hacia el bar. Sí. Eso hace. La costumbre lo observa desde su balcón alzando la nariz para olfatear sus intenciones.

De otro de los edificios (el que está justo al lado derecho de donde habitan el recuerdo y el cansancio) sale el júbilo. Con paso firme se pierde al doblar la esquina. Es un gran operario. Su mujer, la decisión, va de su mano. La indecisión les interrumpe el paso para darles los buenos días y ellos responden con un saludo cordial, pero nada más. No se detienen. Mientras tanto, la angustia ha llegado al bar y se sienta en una de las mesas vacías, al lado del recuerdo. Éste la mira de reojo, la conoce bien, no quiere entrar en discusiones con ella. Discutieron siempre cuando ambos pertenecían al mismo comité. Pero ya no son socios. Del otro lado de la barra, preparando los cafés y las tapas matutinas, la perseverancia les mira de reojo... (Les conoce bien. Calla.)... La perseverancia bate los huevos con los que volverá a hacer la tortilla de patatas de todos los días, la misma que tanto gusta a los clientes, a todos menos al aburrimiento... que es tan pesado y nadie le soporta... El aburrimiento bosteza. Está aún bajo las sábanas. A su lado duerme la pereza vestida con un ropón de mangas largas... La costumbre, hambrienta, entra a prepararse un desayuno a base de café con leche y pan y mantequilla y magdalenas. Lo de siempre...

Ñam, ñam, ñam...

Todos comen con gula.

Tragan y beben, hay quien café, hay quien tortilla, hay quien humo de cigarro, hay quien quimeras. Vale decir que no he mencionado a todos los residentes en esta calle tan transitada. Donde inquilinos y forasteros apenas logran diferenciarse entre sí.